martes, 15 de mayo de 2007

Excursión a Cercedilla

Crónica de la excursión a Cercedilla realizada por la sección de Enseñanza

¡Que tiemblen la patronal, el clero y hasta las mismísimas puertas del reino de Elohim! El pasado 12 de mayo por la mañana, miembros y simpatizantes de la sección de Enseñanza de CNT-Madrid hicimos nuestra aparición en el andén de Atocha con destino a Cercedilla para pasar un estupendo sábado en el campo. También era la ocasión para trasladar a la práctica todas esas fantasmagóricas teorías sobre aprendizaje libre con que nos llenamos la boca cada día. El espectro de Ivan Illich acechaba.


El viaje en tren transcurrió entre paródicas alusiones a la bandera roja y negra, apasionados debates a propósito del movimiento libertario en este principio de siglo y el inicio de una tensa partida de ajedrez entre el proletariado y los burócratas, que perdieron dos peones y un alfil ante la metralla implacable de una clase oprimida que había tomado conciencia de su papel histórico.

Una vez llegado a Cercedilla, este nutrido grupo de anarcosindicalistas ultimó los preparativos de la excursión y se encaminó rumbo a Camorritos por la apacible carretera que rodeaba la montaña. Tras cuarenta minutos de marcha en los que comenzábamos a intuir la presencia de la naturaleza, nos adentramos en una de las sendas que conducía al refugio de Aurrulaque, adoptando el ritmo del compañero más lento y no cejando en nuestro empeño de convertir aquello en un amago de seminario histórico sobre la revolución china y las comunas populares de Mao Tse-Tung.

Hicimos nuestro primer descanso en un claro que daba al embalse de Navacerrada y, acto seguido, retomamos el camino hacia la cumbre por una tranquila senda forestal atravesada por un límpido riachuelo y la embriagadora fragancia de las flores en celo. Al cabo de un rato, decidimos detenernos a comer sobre una tímida falla geológica que nos sirvió de mesa. Desplegamos el mantel confederal, los cubiertos y la sabrosa comida vegana y vegetariana que habíamos elaborado entre todos. Se elogió el arte que poseían algunos cocinando, se tomaron algunas fotografías de la vista que teníamos al valle y recogimos, conscientes de que después nos aguardaría un coloquio poético-libertario.


Éste, que versaba en torno a la relación entre la poesía y la revolución, se inició con la lectura dramática, a cargo de dos compañeros, de un texto de Arrabal, que gustó por el tratamiento humorístico que hacía de los clichés amorosos. Proseguimos con el ensayo de Aldo Pellegrini titulado “La acción subversiva de la poesía”, cuya lúcida y potente prosa nos abrumó a todos y suscitó un breve debate sobre literatura profesional (Almudena Grandes, ¡tiembla!) y sobre poesía no escrita. También se leyeron poemas de Paul Éluard y Roque Dalton, así como un fragmento de la novela de Miguel Espinosa “La fea burguesía”; y otro extraído de “Odio las mañanas”, intenso libro escrito por Jean-Marc Rouillan desde las cárceles del Estado Francés, en las que cumple cadena perpetua a raíz de su participación en Action Directe.

Descansamos un rato bajo la sombra de los árboles antes de volver a caminar hacia la cima. Tomamos una ardua y pronunciada senda que nos condujo en más de una hora al llamado Mirador de los Poetas. Allí, una familia burguesa salida de alguna caricatura del siglo XIX se preparaba para descender hacia el pueblo, fusta en mano, a lomos de sus monturas. También nos esperaba una magnífica panorámica de la región, sobre la que comenzaban a cernirse las últimas nubes de la tarde, así como una placa en homenaje al escritor franquista Luis Rosales. Reímos con la lectura de algún poema de este fantoche, bailamos pasos jamaicanos, cantamos e inspiramos fuerte el tonificador aire del campo.


Hecho esto, y sabiendo que se avecinaba la noche, tomamos la drástica decisión de bajar a Cercedilla atravesando la trágica loma, surtida de peligros que supimos sobrellevar con destreza. Una vez en la carretera, recorrimos los últimos tres kilómetros que nos separaban de la estación de RENFE, donde merendaríamos esperando el tren de las 21h35.

Regresando a la inhóspita urbe madrileña, éramos conscientes de haber crecido por dentro en esa marcha por el campo en la que todos habíamos tenido oportunidad de aprender de todos. Me parece que nadie se resistió a mirar por la ventana con cierta melancolía y agradecimiento. Alguno también debió de pensar que nos parecíamos más a una secta que a un sindicato de clase. Se estudiará su posible expulsión.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y el expulsado se pasará al sector insurreccional...bien lo sabeís...^^'

Anónimo dijo...

Mu guapo el comentario. A ver si pal curso que viene hacemos una acampada en el Pirineo o en Granada, donde también hay hermosos montes.

Nos vemos, en las calles o en el campo. Lo importante es verse y hacer piña.

Salud y anarquía todos los días,
César